sábado, 5 de noviembre de 2011

Prefacio

El principio del fin. Así es como hemos decidido llamar a este espacio cibernético que tratará el tratamiento informativo de uno de los episodios más trágicos y marcados en la historia de España, la sublevación militar que comenzó un 17 de julio de 1936 en Melilla de manos del General Franco, que desembocó en una Guerra Civil entre iguales, un Golpe de Estado y una dictadura militar autoritaria que duró hasta hace 36 años.

El nombre ha sido elegido refiriéndose al principio del final de la bonanza española, el final de la II República y por consiguiente, el germen para que empezara la Guerra Civil y el inicio del Franquismo, que trajo consigo el Golpe de Estado de 1936.

Con las voces del hoy y de ayer, intentaremos rehacer una imagen nueva de lo que los escasos medios de comunicación de entonces brindaron al mundo y de lo que se sigue escribiendo actualmente sobre la magnitud de aquel acontecimiento.

Este blog estará realizado por Gaizka Barragán Palenzuela, Silbia Mantrana Ripa, Begoña Rodríguez Arteaga y Estíbaliz Sedano Sobrino.

Queríamos despedir la bienvenida a este espacio de nuestros futuros extraviados lectores, con el poema Elegía a un poeta que no tuvo su muerte de Rafael Alberti, escrito en homenaje a su amigo y poeta Federico García Lorca, fusilado por el bando nacional el 18 de agosto de 1936, por cometer el delito de ser republicano.

Elegía a un poeta que no tuvo su muerte
No tuviste tu muerte, la que a tí te tocaba.
Malamente, a sabiendas, equivocó el camino.
¿Adónde vas? Girando, por más que aligeraba,
no paré tu destino.
¡Qué mi muerte madruga! ¡Levanta! Por las calles,
los terrados y torres tiembla un presentimiento.
A toda costa el río llama ma a los arrabales,
advierte a toda costa la oscuridad al viento.
Yo, por las islas, preso, sin saber que tu muerte
te olvidaba, dejando mano libre a la mía.
¡Dolor de haberte visto, dolor, dolor de verte
como yo hubiera estado, si me correspondía!
Debiste de haber muerto sin llevarte a tu gloria
ese horror en los ojos de último fogonazo
ante la propia sangre que dobló tu memoria,
toda flor y clarísimo corazón sin balazo.
Mas si mi muerte ha muerto, quedándome la tuya,
si acaso le esperaba más bella y larga vida,
haré por merecerla, hasta que restituya
a la tierra esa lumbre de cosecha cumplida.



Rafael Alberti
Elegía a un poeta que no tuvo su muerte
Capital de la Gloria (1936-1938)

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